sábado, 27 de julio de 2013

MÚSICA EN ESPERA TELEFÓNICA: ABUSO Y ESTUPIDEZ.



Imaginad que llamáis por telefono a una empresa y, antes de que descuelguen, el aparato emite un gas que os veis obligados a respirar durante un buen rato, al no poder apartaros de él por estar pendientes de que atiendan la llamada. Imaginad que quienes están al otro lado del hilo controlasen la naturaleza de ese gas. Podría ser una sustancia euforizante, narcótica, depresiva, etc. O sea, los destinatarios de vuestra llamada tienen el poder de ejercer, durante un rato, una cierta influencia en vuestras emociones. Eso podría ser muy útil para ellos. Por ejemplo, si os dirigís a un departamento de quejas, pueden obligaros a respirar una droga que os haga ver "la paz, el amor y la armonía en el mundo" y se os quitarían las ganas de quejaros. Los ejemplos de cómo ese gas podría ser usado en aras del interés de quien recibe la llamada, podrían multuplicarse hasta el infinito.
Es "gas" ya existe. Es el "gas sonoro" de la "musiquilla en espera" que nos obligan a "respirar por las orejas" cuando llamamos a muchas empresas y, especialmente intolerable, a servicios públicos. Se nos somete al chantaje del consumo previo de un producto para acceder a lo que deseamos, y que no está relacionado. Producto que, además ejerce una influencia psicológica que podría usarse deliberadamente para interferir en la actitud mental de las personas que llaman. Especialmente vomitivo en ciertos servicios de emergencia. Imaginad que una mujer en peligro de ser violada llama a la policía y en ese estado de tensión, se ve obligada a tragar cualquier estúpida musiquilla. Hasta podría oir cantar "Don´t worry, be happy".
Ninguna persona consciente y celosa de su dignidad y de sus libertades puede permitr pasivamente esa estupidez.

viernes, 19 de julio de 2013

INTOLERABLE ATAQUE ACÚSTICO A UN NIÑO AUTISTA



En la Comunidad Autónoma de Galicia hay un niño autista que sufre lo indecible cada día durante el transporte escolar. No soporta el sonido de los altavoces de la radio del autobús , que el conductor enciende para distraerse. Contenidos sonoros y anuncios publicitarios de alguna emisora comercial que el conductor escoge a su gusto personal y que los niños deben soportar . Una monitora que viaja con los niños ha apercibido varias veces al conductor para que apague la radio, al comprobar el estado de tensión del niño autista, que se queja, se tapa los oídos y a veces se golpea la cabeza contra el asiento . Algunos de los otros niños se ríen de él, y la monitora teme que en algún momento el niño reaccione de alguna forma agresiva e incontrolable.
Es totalmente intolerable la actitud del conductor, y la ley debería prohibir expresamente su conducta, por varios motivos. La ley reconoce el derecho de los padres a decidir sobre los contenidos audiovisuales que consumen sus hijos. No puede tolerarse que, durante el transporte escolar, los niños sean forzados al consumo de contenidos de una emisora de radio que inciden el desarrollo psicológico y cognitivo de sus hijos, sin el control de los padres. Imaginemos que el conductor se decidiese por una emisora religiosa, o de alto sesgo político. En realidad, no importa el tipo de emisora que sea. No existen contenidos neutros, y los niños no están en condiciones de consumirlos de forma responsable y crítica. Si el conductor cree erróneamente que a los niños no les va a pasar nada por escuchar la radio que él escoja, habría que decirle que es a él al que no va a pasarle nada por aguantarse sin oírla en horas de trabajo, de la misma manera que los profesores aguantan sin oír la radio mientras dan sus clases. En el caso del niño autista, la situación es peor, pues se le causa un daño de forma arbitraria y sin que haya motivo justificado alguno. Se le ha contratado para realizar un servicio de transporte, y no debe suministrar de forma forzosa ningún producto o servicio adicional si no es mediante una opción a su rechazo.
En realidad, esa nefasta costumbre de muchos conductores y empresas de transporte sería un pisoteo de derechos incluso en personas adultas, una situación similar a la del tabaco. Pero en menores de edad es si cabe más intolerable y las autoridades académicas deberían prohibirla de forma explícita.